Ilustración de Rafael Echeverría
Mis tacones quebraron el silencio que invadía aquel lugar en el que prostitutas y vírgenes se reúnen para mitigar la pesadumbre de los días funestos que tanta aflicción producen en sus almas, en donde nada parece fuera de lo ordinario al enviciar lo ya corrompido por la vida misma, ¿es acaso la cuna del pecado? Se preguntan los muy devotos a la hipocresía, más bien el lugar donde las almas encuentran serenidad entre los vicios que se ha creado el hombre para sí mismo, lugar donde el amor se esconde temeroso bajo la insaciable lujuria en el crepúsculo de la noche. El lugar donde no se permite pensar de manera deplorable acerca de lo que se es, en donde lo desgastado de las ilusiones no se siente como una despreciable cicatriz, sino que simplemente deja de importar.
Tomo asiento frente a los espejos y me detengo a contemplar la manera en que se filtran los primeros rayos de sol por las cortinas, mientras disfruto de mi último porro de la noche y pienso nuevamente ¡Maldita seas mañana! Has encontrado una vez más nuestros rostros en la oscuridad de nuestra guarida, te has llevado lejos lo desmesurado de nuestros actos y has traído contigo a la cordura y sensatez que habíamos olvidado a lo largo de la noche entre tragos de ginebra y whisky, pero nuevamente has dejado en algún lugar remoto a aquel ser que constantemente y sin descanso alguno, cruelmente disturba mi existencia, consternándome así, día y noche.
1 comentario:
Señorita Electric Chérie:
Me gustaría comentarle que la historia de los tacones es la que más me ha gustado, está llena de muy buenas imágenes poéticas y además es muy profunda. Me rocordó de forma un tanto remota a los pequeños poemas en prosa de Baudelaire.
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