Escucho tu voz, lejana como un murmullo a través del viento que me acaricia, cierro los ojos para imaginarme tus labios, mientras la brisa impregna de melancolía mi rostro, y es entonces, cuando te sueño despierta, cuando la soledad de mis latidos se convierten en el dulce eco de tu recuerdo. Intranquila abro los ojos para encontrarme con el sereno azul del cielo, las nubes se transforman en bizarras figuras de algodón y el resplandor del sol invade mi piel, haciéndome sentir viva de nuevo.
Entre tanta calidez, llega la lluvia, tan efímera como siempre, gota por gota te siento recorrer mis venas, su frescura evoca la pasión de tus besos, y la humedad del suave pasto me produce escalofríos al traspasar mi delicado vestido, por un momento te siento a mi lado, tomó tu mano y juntos nos deshacemos entre la lluvia, mezclándonos así con el color de las flores, tus labios technicolor pintan mis sueños.
De pronto, todo queda en silencio, todo lo que nos rodea se ha detenido, incluso el implacable ritmo del tiempo, ha llegado la oscuridad de la noche y a través de tu mirada puedo ver el destello de las estrellas que iluminan una vez más nuestra utópica noche, la luna alumbra la penumbra de nuestras almas, dejando escapar los matices grises que contienen nuestros corazones.
La mañana nos ha sorprendido de nuevo, mientras los coloridos petirrojos cantaban su dulce canción, de nuevo te has marchado lejos, has emprendido tu cotidiano camino hacia el vacío de mi olvido.